Resulta curioso darse cuenta de que muchos han incorporado en su léxico palabras que antes de febrero 2020 probablemente no hubieran usado, que ni tan siquiera conocían.
Palabras como: variante, mutación, incidencia acumulada, escape inmune, RT-PCR, ARNm, exosoma, IgG, inmunogenicidad, anticuerpos neutralizantes, Spike, Nucleocápside, Dímeros-D, y memoria inmune, términos que ahora forman parte de las conversaciones del público en general.
Daría gusto que ese léxico fuera fruto de un incrementado del entendimiento de los procesos biológicos, el pensamiento crítico, el razonamiento, el cuestionamiento y la comprensión de lo que es el proceso científico, pero desgraciadamente, no es el caso.
El que tanta gente use palabras determinadas no necesariamente quiere decir (al menos no siempre, o no en la mayoría de las personas) que sepan lo que realmente significan esas palabras (y menos lo que implican para el contexto actual).
A pesar de que las noticias, así como los twits y posts de los influencers están llenos de estas palabras que permean al vocabulario general, muchas veces se utilizan sin comprender el trasfondo completo, el concepto mismo, y sus implicaciones. Mientras esto sea así, no habrá un entendimiento real de lo que vivimos. Y si no hay un entendimiento real de lo que vivimos, las historias pueden repetirse una y otra y otra vez.
Por eso, tomando en cuenta la empobrecida capacidad crítica generalizada, producto de décadas de una degradación significativa en el proceso de enseñanza-aprendizaje crítico, y una sociedad bombardeada por noticias enfocadas en una misma narrativa (COVID-19), con angustia constante derivada de esa narrativa, se entiende que pueden permear rápidamente historias que carecen de sustento (en realidad auténticos disparates) y que estas se hagan virales en la población.
Tristemente, esto ocurre en todos lados y sin importar las profesiones y formación académica.
Veamos un ejemplo de los “disparates” oficiales, que incluyen a instancias tan ¿respetables? como la FDA, CDC, y a biocientíficos prominentes: el uso del término “inmunidad híbrida”.
Este término no tiene sentido, pero caló. Tristemente incluso entre inmunólogos, quienes no están exentos de subirse al “tren de la moda en vocabulario científico” aunque este tren no conduzca a ningún lado real, sino que se autoalimenta, como el ouroboros, y al igual que este animal mítico, solo conduce a la autodestrucción.
Si tienen curiosidad, busquen en Pubmed las publicaciones científicas que hayan mencionado “inmunidad hidrida” en todo el mundo desde finales del siglo XIX (en inglés: "hybrid immunity"; "hybrid immunity" - Search Results - PubMed).
Aparecen 33 (sí, solamente treinta y tres) publicaciones donde se usa el término, y aunque es mencionado por primera vez en 1973 (fueron solo seis publicaciones en total antes de la pandemia), antes de 2021 nunca se usó ese término (ni ningún otro) para referirse a “la respuesta inmune de algún vertebrado que fuera vacunado y luego infectado - o al revés”, como se hace ahora).
Las 27 publicaciones que aparecen a finales de 2021, todas, sin excepción, tienen que ver con COVID-19.
En otras palabras, el término “inmunidad híbrida” es inventado (como muchas otras cosas de esta pandemia) y no tiene en realidad ningún sentido.
Nunca antes se había hablado de la ventaja de tener esa “inmunidad híbrida”, ni se había definido ese término en sí mismo porque los científicos de la era pre COVID comprendían que cuando realmente te infectas de un virus o de una bacteria y tu sistema inmune es competente, desarrollas inmunidad protectora y duradera.
Podía obtenerse inmunidad contra un agente patógeno:
- a través de la vacunación o
- a través de la infección,
y de hecho, era práctica común y aceptada en la comunidad médica y científica el que si alguien ya había pasado por una enfermedad infecciosa determinada (como Sarampión, por ejemplo), no era necesario protegerlo con una vacuna, porque ya era inmune a ese virus (que, dicho sea de paso, no se da el lujo de mutar).
De hecho,
Supongo que aún no habían podido extender sus redes las farmacéuticas entre los médicos y científicos como han hecho en los últimos años.
Regresemos al orobouros o al disparate… La primera vez que se usó el concepto de “inmunidad híbrida” con el sentido actual fue en una publicación de finales de octubre de 2021 (ver Prior infection with SARS-CoV-2 boosts and broadens Ad26.COV2.S immunogenicity in a variant-dependent manner - PMC), en la que curiosamente - los autores incluyeron el término “hybrid immunity” en sus palabras claves aunque no lo mencionan ni una sola vez en todo el artículo (cuando las palabras clave de un artículo deben de ser palabras sobrerepresentadas en el mismo, y llaves para el estudio).
Antes de que me repliquen “pero, la ciencia cambia porque el conocimiento científico cambia” (lo cual es cierto), en este caso no se trata de eso. No hubo ningún estudio que hubiera planteado el término a partir de un diseño experimental enfocado en ello, y que hubiera sido criticado, discutido y aceptado por la comunidad académica. En este caso simplemente se planteó el término y ya. A partir de ahí, como si se tratara de una variante hiper contagiosa, se sumaron a esta nueva invención lingüística científicos y medios (hasta resultó gracioso ver la propagación de la palabra, no así su implicación).
Y así nace otra cosa que no significa en realidad nada, aunque se escuche “muy técnico” el término.
No significa lo que nos quieren hacer pensar: que la inmunidad que generan las vacunas es “distinta” (lease mejor) que la inmunidad a la infección (bueno, en realidad sí es distinta pero no como les gustaría a las farmacéuticas, por las plataformas y enfoque usado, la inmunidad que generan estas vacunas es mucho más limitada, de menor duración y confiere menor protección que la inmunidad que se genera de forma natural).
Además, el uso del término “inmunidad híbrida” como si se tratara de algo científicamente sólido, que fue discutido y validado, sin serlo, se usa para justificar vacunar a personas que ya cuentan con inmunidad (¡no lo necesitan! ya la tienen, y es más amplia, más duradera y sin efectos adversos ni posibilidad de integración genómica).
¡Qué tiempos nos está tocando vivir! en que los medios se vuelven perversamente contra el saber.
Es para sentirse avergonzado por la falta de honestidad, superficialidad y poca formación sólida de muchos.